La pasta está tibia y blanda. El aroma de bollo horneado se introduce en
nuestro cuerpo convirtiéndonos en privilegiado refugio de su tierna exquisitez.
Posarlo en nuestros labios y mordisquearlo es uno de los mejores placeres de la
mañana. El sorbo del café con leche lo deshace en la boca y nos deleita el paladar.
Comer el croissant del desayuno en silencio constituye toda una ceremonia. Nada
debería turbar ese especial momento. ¡Ya vendrán luego los duendes de la prisa!Bienvenido/a a mi blog personal
miércoles, 19 de septiembre de 2012
El croissant del desayuno
La pasta está tibia y blanda. El aroma de bollo horneado se introduce en
nuestro cuerpo convirtiéndonos en privilegiado refugio de su tierna exquisitez.
Posarlo en nuestros labios y mordisquearlo es uno de los mejores placeres de la
mañana. El sorbo del café con leche lo deshace en la boca y nos deleita el paladar.
Comer el croissant del desayuno en silencio constituye toda una ceremonia. Nada
debería turbar ese especial momento. ¡Ya vendrán luego los duendes de la prisa!
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