Seductor y sensual, oculta su delicada ambrosía
prisionera de un papel. En el cerebro su imagen promete una explosión de
deleite. Ensaliva el paladar antes de abrazar nuestra lengua desparramando
irresistibles esencias que voluptuosas festejan el cielo de nuestra boca. Evoca
los tiernos años de nuestra infancia y dibuja en la mirada el brillo de la
satisfacción y el optimismo. Un buen dulce es una adorable tentación. Una
exquisitez que siempre excede los umbrales del placer.
De "Mis pequeños placeres" © 2012
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