Inhalar al aire libre la pureza de la brisa tonifica el cuerpo y enardece
el alma. A lo largo de mis frecuentes encuentros con los caminos del mar o la montaña
mis pulmones encuentran en el seno del aire puro una savia que enciende el
ímpetu y estimula la conciencia. Gracias a su soplo, el paso se hace raudo y el
corazón intrépido. Si su magia corre por mis venas nada me arredra. Me siento
invulnerable como un Dios griego mientras las musas siguen el latir de mi
espíritu con sus alas de plata.
Garabatear la superficie
de un vidrio empañado encierra el encanto de lo efímero. Utilizar nuestros
dedos como improvisada pluma y contemplar los temblorosos surcos diluyéndose
lentamente en las brumas de la nada es una tentación irresistible. Asemejan
lágrimas huidizas que parten hacia el olvido. Me gusta dejar mi impronta en su pátina
húmeda y resbaladiza. De niño enlazaba un 6 y un 4 y decía aquello de “con un 6
y un 4 la cara te retrato”. Ahora el vaho sólo enmarca un solitario corazón.
Nuestro
ser está abierto a una constante
agresión emocional. Un
sentimiento positivo o negativo se dispara en nuestro interior cuando algo nos
llega de sopetón sin haberlo planeado. Ante aquello que no sucedía y ahora
sucede. Reaccionamos condicionando nuestro estado de ánimo y por eso reímos y
nos alegramos o lloramos y nos enojamos. Soy un incondicional del placer que
provoca la adrenalina de lo inesperado sea cual sea su signo. Me confieso adicto
al aliciente de las sorpresas.
Cuando persigo los caminos del alba hollando
perdidos senderos y prados dormidos, el relente tersa la piel de mi rostro. Siento
el abrazo del frío. Mis botas esquivan las lágrimas del amanecer, esos desnudos
charcos dispersos circundados por efímeras trenzas de escarcha que jalonan los
caminos. El astro rey asoma sobre los collados y el cielo se despereza encendiendo limpios azules con la chispa
matinal. Poco a poco siento huir de mi cuerpo el reconfortante frescor de la
mañana.
La mirada delata nuestra
forma íntima de ser y con los ojos llamamos a la puerta del mundo más interior
de una persona. Por esa razón poca gente coincide en mirarse directamente a los
ojos, presa de la timidez y recelosa de ver invadida su intimidad. Me gusta
verme reflejado en los ojos de quien tengo frente a mí y me complace que mi
mirada sea devuelta de forma franca. No lo considero una intrusión. Si tu
interior es puro y nada tienes que ocultar mira siempre directamente a los
ojos.
Observo el lento discurrir de las nubes por el cielo, deslizándose como en
una resbaladiza pista encerada. Bajo el azul de la inmensa bóveda que nos cubre
con su capa esférica contemplo los etéreos poemas de humo blanco escritos en su
seno. Ese enorme vacío sideral donde cada noche aparecen y desaparecen estrellas
y astros. Entregado al abrazo de las fuerzas cósmicas reposo mis cuitas
sintiendo la gozosa libertad de hacer volar por doquier el ascua de mis
pensamientos.
Los nietos procuran
sonrisas. Encontrarse con los hijos de nuestros hijos es siempre grato y enriquecedor
para ellos y para nosotros. Existe un cariño innato que une a abuelos y nietos
de forma diferente al que se tienen padres e hijos. Para los nietos el abuelo suele
ser una figura importante y a veces su mejor amigo. A pesar de lo independiente
de mi talante, me siento especialmente feliz cuando estoy con mis dos nietos.
Yo retrocedo en el tiempo mientras ellos avanzan en el suyo.
Las palabras con que nos
expresamos por vía oral o escrita encierran en su significado un sentido
literal y otro figurado. Dar a entender una cosa expresando algo diferente es
un excitante juego. La metáfora nos permite interpretar los conceptos por medio
de la ficción, asociar las ideas y enriquecer nuestro lenguaje. Me apasiona penetrar
en los vericuetos de la alegoría y la metáfora construyendo mundos abstractos
cuando escribo. Es mi homenaje personal a la nobleza de lo simbólico.
Un poema no se lee como
una novela cuya prosa devoramos fieles devotos de una argumentada trama. Leer
poesía es como admirar un cuadro. Es preciso que nuestra mente se detenga en
ella buscando el mensaje personal que su autor desea transmitir. Apreciar su
armonía implica atender a sus pausas, ritmo y
rima. Para mí es un fascinante universo de ocultas emociones por cuyas estrofas
discurren los ríos del sentimiento. Una evocadora cortina que amo descorrer muy
a menudo.
Objeto de deseo para los más pequeños, es un
carrusel de ilusiones para niños y mayores. Un dulce episodio que estrecha los vínculos
del afecto. Nos otorga un efímero protagonismo que pronto se diluye como el
humo de sus velas. Me gusta contemplar la mirada del agasajado. En los ojos
infantiles es ilusión y candor y en aquellos ya maduros un brillante espejo de añoranzas.
Siempre enciende el palpitar del recuerdo de los años viejos en las cavernas de
mi alma.