Las fotos que a lo largo
de los años acumulamos en viejos álbumes o en modernas memorias digitales son
el tiovivo de nuestra propia historia. Un emotivo carrusel en sepia, blanco y
negro o color que recrea nuestra vista y nos traslada al fértil cosmos del
recuerdo. Me gusta contemplarlas a solas y a veces mostrarlas a mis nietos para
percibir ese brillo mezcla de asombro y curiosidad ante lo insólito que reflejan
sus ojos infantiles. Las viejas fotos encienden en mi alma los fuegos de la
añoranza.
De pródigo uso en tebeos y
cómics, entrar en el ancestral mundo de la onomatopeya nos trae infantiles
nostalgias, pues todos hemos llamado alguna vez guau al perro o hemos escrito
ja, ja, ja para manifestar contento. Enfatizar a través del interminable
repertorio sonoro y escrito de un medio tan expresivo fascina. Me atrae la espontaneidad de sus laberínticos textos en las
redes sociales y me impactan cuando transpiran sentimientos. Es un recurso de
expresión que no rehúso utilizar.
Es un
rito que ejecuto a diario apenas abandono arrugadas las sábanas de mi lecho. Tras
el largo periplo nocturno en brazos de Morfeo siento que todo mi ser desea
reencontrarse con una realidad alejada de lo onírico. Entonces me asomo al universo
exterior y aspiro profundamente el fresco hálito de la madrugada. Con ello cierro
la espita de los sueños y abro una nueva página en el incierto suma y sigue del
libro escrito de mi existencia. Es como resucitar cada día. 
Las
grutas que la furia marina socava en la base de los acantilados poseen un irresistible
atractivo para quienes nos aventuramos en los procelosos dominios de Neptuno. Son oquedades mordidas por el recio embate de las olas
que ocultan bravías bellezas. En la turgencia de su vientre las aguas se
remansan, mientras más allá de su boca ruge la vorágine marina. Me apasiona
recorrer sus sinuosos recovecos a bordo de mi kayak en pos de utópicas historias
de sirenas que hechizan mi mente. 
Nos queda un largo
trecho por recorrer para vivir en armonía con la naturaleza. El auge de la raza
humana no debería ir en detrimento de nuestros bosques y mares. La naturaleza
no es un enemigo a aniquilar. Estamos vinculados a la Madre Tierra y el daño
que infligimos a plantas, animales y entorno revierte en nosotros y pasará
factura a las generaciones venideras. Quienes amamos el medio natural entendemos
la importancia de respetar su hábitat. Hagamos todos lo mismo ¡No cuesta tanto!
Este
mes es compliran els tres anys d'una preciosa travessa que va creuar
la pirenaica Vall d'Ordessa. La bellea de l'entorn va impactar-me
d'una forma especial inspirant este poema que vaig incloure al
meu llibre "Memòries en valenciana rima" editat pocs
mesos després. Ara vull atansar-lo a tots els meus amics que
estimen la muntanya reproduint-lo tot seguit per la seua llectura o
be si ho preferiu per a vore-lo en format vídeo acompanyat per la vibrant musica de
Mozart a través del següent enllaç: http://www.youtube.com/watch?v=1G5rw6Pfapw
"Racons
de la vall d'Ordesa
Ya
es pot vore a la marmota 
Rocam
de pedra calcàrea
Imparables
chorradors
Devalla
la torrentera 
Mucho debemos a Marco Polo
que del Oriente acercó esta singular delicia a nuestra Europa medieval. La
expresión de quien degusta un helado es siempre de satisfacción. De gozosa gula.
Aferrados a una cucharilla o blandiendo el palo que atraviesa su dulce y gélida
alma lo apuramos hasta que la última gota desaparece tras las ávidas comisuras.
Los helados festejan el paladar con una explosión de sabor difícil de resistir.
Yo les hago los debidos honores apenas la ocasión se presenta.
