Las fotos que a lo largo
de los años acumulamos en viejos álbumes o en modernas memorias digitales son
el tiovivo de nuestra propia historia. Un emotivo carrusel en sepia, blanco y
negro o color que recrea nuestra vista y nos traslada al fértil cosmos del
recuerdo. Me gusta contemplarlas a solas y a veces mostrarlas a mis nietos para
percibir ese brillo mezcla de asombro y curiosidad ante lo insólito que reflejan
sus ojos infantiles. Las viejas fotos encienden en mi alma los fuegos de la
añoranza.
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