Es un
rito que ejecuto a diario apenas abandono arrugadas las sábanas de mi lecho. Tras
el largo periplo nocturno en brazos de Morfeo siento que todo mi ser desea
reencontrarse con una realidad alejada de lo onírico. Entonces me asomo al universo
exterior y aspiro profundamente el fresco hálito de la madrugada. Con ello cierro
la espita de los sueños y abro una nueva página en el incierto suma y sigue del
libro escrito de mi existencia. Es como resucitar cada día.
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