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viernes, 28 de enero de 2011

Mi primer triatlón, sensaciones y anécdotas.

Mientras ayer intentaba poner un poco de orden en mi nutrida biblioteca volvieron a mis manos varios de aquellos entrañables cuadernillos anuales que años atrás recogían a diario mi por aquel entonces intensiva actividad física pormenorizada en un mar de apuntes de kilometrajes cubiertos, tiempos invertidos e intensidad del esfuerzo corriendo, pedaleando o nadando, bien en entrenamiento, bien en competición y cuyo repaso tras el tiempo transcurrido una vez más trajo a mi mente el agridulce sabor de la añoranza.

Entre los diarios que conservo se encuentra el correspondiente a 1992, año olímpico que marcó  mi tránsito de maratoniano a triatleta, un propósito asumido a raíz de mi último maratón del 15 de marzo de ese año que acometí arrastrando un serio problema articular de cuya gravedad no era entonces consciente y que años después me haría pasar por el quirófano apartándome definitivamente de la actividad competitiva.

miércoles, 19 de enero de 2011

Una ruta para el cuerpo y el espíritu

En el macizo del Garraf se concentran una gran parte de mis rutas preferidas y siempre que por él transito me invade un sentimiento mezcla de paz y de añoranza, una paz provocada por la adustez de su entorno y una añoranza mecida en el recuerdo de las muchas horas de duro entrenamiento que en mi ya lejana etapa de maratoniano realizaba por sus silenciosos y quebrados caminos.

Es un mágico entorno al que, utilizando el lenguaje poético, si oírme pudiera le diría:

"Tienes el rostro sereno como la mente del sabio
    que goza de su armonía en las cavernas del alma,
          del mundo ignora la prisa y apenas frunciendo el labio
        es paradigma ostensible del resplandor de la calma."

miércoles, 12 de enero de 2011

El corredor de fondo ante el reto del triatlon

En mi época competitiva como corredor de fondo tuve el privilegio de vivir intensamente ese mundillo pletórico de ilusiones del atletismo popular al que tan facilmente se engancha todo aquel que ha asimilado las agridulces mieles de la cultura del esfuerzo.

Una vez superados los siempre duros comienzos en los que el cuerpo agobiado por la falta de puesta a punto física apenas atisba los placeres que brinda el ejercicio al aire libre y que tan decisivos son para el ser o no ser de cualquier corredor, se desgranan nuevas etapas, todas ellas jalonadas de nuevos retos que conllevan una mayor consistencia del diario entrenamiento así como la participación en las numerosas pruebas domingueras de diverso calibre que por doquier se organizan y en las que se desarrolla aquella dependencia del cronómetro que sirve para aquilatar las fuerzas y que genera ese cojín de confianza en nosotros mismos que irremediablemente nos irá empujando hacia adelante.

El gusanillo de la competición nos invade y fieles al "citius, altius, fortius" olímpico, vamos endureciendo el cuerpo en el yunque del esfuerzo mientras nuestra mente se ceba en una telaraña de hitos: bajar de las 3 horas en la maratón, finalizar unos 100 kms., participar en esas durísimas pruebas de montaña que ponen a prueba los corazones más resistentes y finalmente ¿cómo no? en concluir un triatlon.

sábado, 1 de enero de 2011

Entrenando cuerpo y alma




Me gusta escribir en la noche
cuando el silencio es de plata
mientras descansan mis botas
de una larga caminata
y cuelan por las rendijas
retazos de luna clara
que al pensamiento acompañan
y al sentimiento acarician
enterrando sus clavijas
en los senderos del alma.

Y apenas llegada el alba
cuando en los campos dormidos
brillan espejos de escarcha
y el horizonte se incendia
de bengalas encarnadas
pongo mis cinco sentidos
en amortajar el alma
para que mis palos prendan
los rescoldos esparcidos
de mi diaria caminata.