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miércoles, 12 de enero de 2011

El corredor de fondo ante el reto del triatlon

En mi época competitiva como corredor de fondo tuve el privilegio de vivir intensamente ese mundillo pletórico de ilusiones del atletismo popular al que tan facilmente se engancha todo aquel que ha asimilado las agridulces mieles de la cultura del esfuerzo.

Una vez superados los siempre duros comienzos en los que el cuerpo agobiado por la falta de puesta a punto física apenas atisba los placeres que brinda el ejercicio al aire libre y que tan decisivos son para el ser o no ser de cualquier corredor, se desgranan nuevas etapas, todas ellas jalonadas de nuevos retos que conllevan una mayor consistencia del diario entrenamiento así como la participación en las numerosas pruebas domingueras de diverso calibre que por doquier se organizan y en las que se desarrolla aquella dependencia del cronómetro que sirve para aquilatar las fuerzas y que genera ese cojín de confianza en nosotros mismos que irremediablemente nos irá empujando hacia adelante.

El gusanillo de la competición nos invade y fieles al "citius, altius, fortius" olímpico, vamos endureciendo el cuerpo en el yunque del esfuerzo mientras nuestra mente se ceba en una telaraña de hitos: bajar de las 3 horas en la maratón, finalizar unos 100 kms., participar en esas durísimas pruebas de montaña que ponen a prueba los corazones más resistentes y finalmente ¿cómo no? en concluir un triatlon.

Hablando de la distancia olímpica de esta prueba, la tarea que aparece a los ojos de cualquier corredor de fondo experimentado no parece difícil pues correr 10 kms. es sumamente asequible y en lo que concierne a la bicicleta (40 kms) ¿quién no la ha practicado para mantener la forma física general con motivo de alguna de sus lesiones? Todo parece fácil si no fuera por el atávico respeto que en general despierta la disciplina de la natación

Aunque gracias a mi condición de practicante de numerosos deportes náuticos no ha sido mi caso, siempre he percibido en mi entorno la existencia de ese sentimiento que priva a muchos del disfrute de una prueba atlética bellísima y que se puede vencer simplemente percatándose de lo fácil que es para cualquier poseedor de una buena forma física el hecho de completar en menos de una hora los 60 largos en piscina de 25 mts.que constituyen la distancia de 1500 mts. requerida, tan solo con un escueto entrenamiento.

Aunque personalmente confieso sentirme satisfecho con mis diecisiete maratones, debo igualmente proclamar que los cuatro triatlones olímpicos realizados ya en el ocaso de mi vida competitiva fueron un regalo impagable que también deseo para mis muchos amigos corredores, pues no hay nada más emocionante que el resurgir de las aguas para cortar los vientos a lomos de una bicicleta y terminar la prueba haciendo lo que mejor sabe hacer el corredor, que es correr.


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