Las
grutas que la furia marina socava en la base de los acantilados poseen un irresistible
atractivo para quienes nos aventuramos en los procelosos dominios de Neptuno. Son oquedades mordidas por el recio embate de las olas
que ocultan bravías bellezas. En la turgencia de su vientre las aguas se
remansan, mientras más allá de su boca ruge la vorágine marina. Me apasiona
recorrer sus sinuosos recovecos a bordo de mi kayak en pos de utópicas historias
de sirenas que hechizan mi mente.
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