Adentrarse en la noche nadando hace sentir la plena libertad. El fluir de las mansas olas nocturnas que desde su celeste trono la Diosa de la noche viste de plata, tiene un atractivo irresistible, Sentir cómo resbalan por nuestro cuerpo cuando las hendimos es un regalo único. En las tibias noches de verano el resplandor de la luz lunar me envuelve en un mágico halo cuando tras el baño admiro la inmensa bóveda celeste punteada de estrellas. Bajo ella me siento muy pequeño. Insignificante.
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