El frescor de la mañana
Cuando persigo los caminos del alba hollando
perdidos senderos y prados dormidos, el relente tersa la piel de mi rostro. Siento
el abrazo del frío. Mis botas esquivan las lágrimas del amanecer, esos desnudos
charcos dispersos circundados por efímeras trenzas de escarcha que jalonan los
caminos. El astro rey asoma sobre los collados y el cielo se despereza encendiendo limpios azules con la chispa
matinal. Poco a poco siento huir de mi cuerpo el reconfortante frescor de la
mañana.
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