Un escritor va dejando pedacitos de su alma en aquello que escribe sea o no publicado. El hecho de escribir puede ser algo más que un pequeño placer personal y cotidiano. A menudo es también una forma de encontrarse a sí mismo. De reafirmarse íntimamente en las propias ideas y forma de ser reflejándose en un espejo que evoca los trazos de nuestra personalidad. Volcar en el papel una mezcla de nuestras propias vivencias con las alas que nos presta la imaginación es apasionante. La novela, como la poesía, son motores de expresión que amalgaman ambos conceptos. A quienes nos gusta navegar por los sinuosos cauces de la letra impresa, ver nuestra obra concluida y publicada es la quintaesencia de la satisfacción.
Completada esta novela con su segunda parte, nuevos retos me aguardan, pues la vida es una inagotable fuente de enseñanzas de la que todos podemos beber mientras en ella estamos.
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