Monasterio de Montserrat, miércoles 27 de abril, festividad de la Moreneta, dia soleado y de agradable temperatura en el que el repicar de campanas es una constante en la abigarrada planicie que acoge su emblemática basílica.
Son las 12,45 h. y acabamos de completar un duro ascenso que a las 9 h. iniciamos en Castellbell i el Villar y con el que finaliza nuestro particular periplo por tierras catalanas.
Mientras nos felicitamos fundiéndonos en un abrazo, observo los rostros de mis acompañantes, amigos con los que ya llevo recorridos un sinfín de kilómetros y detecto en los ojos de Montse el brillo de una emoción especial. No en vano es fiel devota de su Patrona y entiendo que hoy su sentimiento mariano converge con la íntima satisfacción de haber superado el reto deportivo que encierran los avatares de una larga travesía de casi 300 Km., por ella promovida y que a principios de marzo iniciamos en Llançà en la costa más norteña de la geografía catalana.
Han sido nueve espléndidas etapas con verdaderos ribetes de aventura que nos han llevado a través de algunas de las más emblemáticas comarcas catalanas y que nos han permitido disfrutar de la mucha belleza que sus rincones encierran.
Han sido nueve espléndidas etapas con verdaderos ribetes de aventura que nos han llevado a través de algunas de las más emblemáticas comarcas catalanas y que nos han permitido disfrutar de la mucha belleza que sus rincones encierran.
En su transcurso Montse, Fernando y yo (y también Matilde con su esporádica participación) hemos hecho bueno el lema "todos para uno y uno para todos" y como mosqueteros del siglo XXI, armados de botas y palos hemos luchado codo a codo contra los elementos y las adversidades ignorando la fatiga y el desánimo, siempre felices y sonrientes, pues nada hay tan cierto como que sonreir es vivir y que también es amar.
Hemos aprendido a conocernos, a respetarnos, a convivir, sellando una férrea amistad que para mi ha sido el logro más gratificante de nuestra aventura, muy por encima del gozo que hemos proporcionado a nuestros ojos con el espectáculo de una naturaleza que cada dia se despertaba obsequiándonos con sus mejores galas.
Hoy además mi satisfacción personal ha sido muy especial al haberse unido a nuestro grupo mi querida hermana Montse que venida expresamente desde Valencia para asistir a este evento y huérfana de la preparación física más adecuada para acometer sin sufrimiento los duros tramos de la escarpada subida que desde Monistrol conduce al Monasterio por la via más directa, nos ha dado a todos una lección de pundonor con su muy meritorio esfuerzo y determinación, completando la exigente subida a muy buen ritmo para seguidamente escuchar juntos en el corazón de la basílica y en voz de la escolanía ese entrañable himno mariano que para toda nuestra familia es el Virolai y que tan querido era por nuestra difunta madre.
