Calentarse las manos con la taza
En las inclementes y gélidas
jornadas invernales, a pesar de protegerlas, nuestras manos acaban siendo
acuchilladas por los puñales del frío. Los dedos pierden sensibilidad y su
rosado natural muda a blanquecino. Se torna imposible el simple hecho de
escribir o coger algo con sus entumecidas yemas. La mejor y más placentera
solución se encuentra en la humeante calidez de una taza Y si nuestra mano la
abraza al calor de un buen fuego y en grata compañía… ¡Mucho mejor!
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