Impregnadas por el grato sabor de lo antiguo, sus honestos fogones siguen enriqueciendo nuestros pueblos y ciudades. Me gustan las viejas tabernas perdidas en los pueblecitos serranos con su austera y brillante barra de refregada madera junto a escuetas mesas de mármol, sanedrín de fieles parroquianos que juegan al dominó. Degustar en ellas alguno de sus sabrosos condumios tras una larga caminata repara mi cuerpo, lo prepara para proseguir la marcha y acrecienta mi cultura gastronómica.
De
"Mis pequeños placeres" ©
2012
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