Tomar el sol
Prisionero de la indolencia, cada poro de mi piel busca los mimos del
astro rey. Una dulce sensación de ingravidez relaja mi cuerpo cuando a ellos me
abandono. Su azote tibio y sutil amansa y enardece a la vez. Al remanso de las
tardes otoñales es descanso de mi mente y en las cálidas mañanas de estío camarada
de caminos. Dejarse atrapar por el hedonismo de los rayos del sol es sumergirse
en un océano de mórbida sensualidad y atávicas delicias. ¡Qué triste es un día
sin sol!
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