Ladeado en
su cunita, las telarañas del sueño cierran sus tiernos ojitos. Henchidos, sus
labios de fresa semejan fruta madura. Evocan la leche materna, el dulce néctar
diario que aún baña sus comisuras. Por el pico de la sábana desde su cuerpo
encogido asoma una manita carnosa compendio de morbideces. Un haz de finísimos
bucles adorna su cabecita. Es una serena imagen que enternece el corazón. Siempre
me pregunto en qué soñarán los bebés.
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