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miércoles, 19 de septiembre de 2012
El croissant del desayuno
La pasta está tibia y blanda. El aroma de bollo horneado se introduce en
nuestro cuerpo convirtiéndonos en privilegiado refugio de su tierna exquisitez.
Posarlo en nuestros labios y mordisquearlo es uno de los mejores placeres de la
mañana. El sorbo del café con leche lo deshace en la boca y nos deleita el paladar.
Comer el croissant del desayuno en silencio constituye toda una ceremonia. Nada
debería turbar ese especial momento. ¡Ya vendrán luego los duendes de la prisa!
De "Mis pequeños placeres" © 2012
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