Agazapados en la entrañas de los cumulonimbos despliegan su carrusel de fuego en el mágico marco de las noches tormentosas. Impresiona contemplar cómo los ígneos dardos zigzaguean el negro cielo constelándolo con su fulgor. Cómo desbocados se entierran entre un laberinto de truenos cuyo estruendo se pierde en el infinito. Su ejercicio de poder aturde encogiendo el ánimo más templado. Deparan un espectáculo grandioso que delata la nimiedad de nuestra condición humana.
De "Mis pequeños placeres" © 2012
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