Humeante compendio de esencias, su espíritu engalana el sosiego de mi
mesa. Lamiendo mis mejillas, gráciles volutas evanescentes escapan de la taza
como blancas culebrillas despertando a los duendes de mi intelecto. Su líquido tibio
y dorado colma la boca de exóticos matices que recuerdan tropicales
exuberancias, dormidas lujurias y ardientes pasiones. Es epílogo de sobremesas
y compañero de tertulias. Prescindir de una buena taza de té a media tarde no
resulta fácil.
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