Degustar un buen café es un rito.
Acercamos a nuestro olfato la taza caliente
y percibimos su poderosa atracción.
Apreciamos su equilibrio, cuerpo y densidad.
Su mágico juego de sabores y aromas.
Amargo y dulce a la vez, su intenso sabor
despierta los sentidos y estimula el ánimo.
Compuestos volátiles bañan nuestra
nariz con aromas afrutados, mantecosos, especiados, herbáceos o picantes.
Mil y
una combinaciones fuente de fantasías.
Son mi placentero viaje diario a los
países del trópico.
De "Mis pequeños placeres" © 2012