El mejor momento para mirar el cielo es cuando al filo de la noche la
tarde se apresta a vestir su manto de alquitrán. El astro de cobre esconde su
redonda faz y el horizonte se incendia en una rojiza acuarela de volubles contornos que brota como la incandescente
lava de un volcán enfurecido. Encarnados, escarlatas, púrpuras, bermejos, granates
y cualquier otro matiz del rojo están representados. Son fuegos que en la
distancia decrecen. Un hermoso anticipo de las negras noches estrelladas.
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