La búsqueda de nuevas rutas es algo por lo que siento una especial atracción como practicante de deportes de montaña, seguramente por el sutil aliciente de aventura que encierra el adentrarse en una naturaleza desconocida sin más armas que tus botas, tus palos y en el mejor de los casos un sucinto mapa que te ayude a elegir los senderos más adecuados.
Ayer, dia de los Santos Inocentes, aun a riesgo de sufrir alguna inocentada de un corto e impredecible dia de invierno, contando con la preciada escolta de Montse, inestimable compañera de caminos y también aventurera nata, acometimos una de nuestras particulares y periódicas exploraciones que nos llevó por la comarca que circunda el monasterio de Santes Creus, emblemático recinto cargado de historia que ¡oh diosa Fortuna! pudimos visitar y además de forma gratuita al ser, como cada martes, jornada de puertas abiertas.
Aunque tan solo esta visita de por sí ya justificaría esta salida invernal, también nos fue dado contemplar la belleza de los espacios abiertos, bosques frondosos y escondidos arroyuelos que encierra la ruta circular que transitamos y que partiendo de Vilarrodona nos dirigió por el Bosque y Mas d'en Palau a los pintorescos pueblecitos de L'Albà y Masbarrat (12 habitantes) para converger en Santes Creus y desde allí retornar a Vilarrodona por Aiguamurcia, salvando en varias ocasiones el cauce del rio Gaià oscilando en los inestables puentecillos de madera que lo atraviesan, tal como podeis ver en la foto que encabeza esta reseña.
En total un recorrido de cinco horas (que en descubierta se transforman en ocho) que nos dejó exhaustos de cuerpo y espíritu con su belleza, pero que al marchar nos brindó la satisfacción de haber estructurado una preciosa ruta que guardamos en nuestro zurrón para volver a recorrerla algún martes a no tardar con el resto de nuestros compañeros habituales amantes también de los espacios abiertos.
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