Descalzarse tras una larga caminata
Nuestros
pies soportan un cúmulo de brutales agresiones. Nacieron desnudos y libres,
pero pronto los encerramos entre lóbregas paredes. Nos llevan a todas partes
resignados a su suerte. En la montaña y el llano nuestras botas son los ojos
que les marcan el camino. Anhelan la luz del día y liberados tras su diario
tormento, acompañan relajados y felices las quietas horas de nuestro descanso.
Su merecida libertad es un oasis de placenteras sensaciones. Dejemos que la
recuperen.
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