La fina llovizna que el viento alborota en las tardes tormentosas es
solaz del deportista. Sentir en el rostro encendido el latigazo de su roce
tonifica el cuerpo y enardece el ánimo. Me siento como nuevo cuando las frescas
gotas se deslizan por mi piel y el olor a tierra mojada vierte en mi olfato sus
mágicos excipientes. Y en las horas relajadas, al trasluz de mi ventana, mis
ojos persiguen su tenue llanto cuando aterciopelado se cierne dejando su húmeda huella en los verdes del
jardín.
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