Dicen que quien mira al mar mucho tiempo se olvida de todo. Tal es su
poder de atracción. Esa inmensa y azulada piel de agua insufla una irresistible
apetencia de vivir en plena comunión con su naturaleza evocadora de silencio y
soledad. Con los ojos del espíritu amo mirar el mar. A caballo de su salobre
brisa llegan duendecillos líricos con la poética inspiración como preciado
equipaje. Un banquete de delicias para cualquier espíritu sensible. No me sería
posible vivir lejos del mar.
De "Mis pequeños placeres" © 2012
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