Es una costumbre muy nuestra que halagando el paladar estimula el espíritu. Más allá de calmar el apetito en los prolegómenos de una comida, es ante todo un hecho social. Tomando unas cañas o unos vinos con los amigos en distendida charla, se ríe y se disfruta hablando de todo con todos. Se dejan de lado problemas y estrés. En nuestra piel de toro, cada región nos brinda sabrosas especialidades gastronómicas. Conozco muchas y no sabría decir cuál prefiero. Todas riman con la excelencia.
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