Leer bajo un árbol
En los meses cálidos suelo sentarme al resguardo de la suave umbría de robledales
y hayedos. Reclinado en la robustez de sus desnudos troncos destapo el tarro de
las esencias de un buen libro. Mientras el hálito de la brisa expande silvestres
fragancias, siento que el tupido techo arbóreo cobija mi mente. Ensimismado en
la lectura el tiempo fluye insensible. No existe mejor manera de adentrarse en
las impagables delicias de lo escrito que hacerlo inmerso en la madre naturaleza.
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