Los largos días del verano
Las interminables jornadas
estivales dan para casi todo. Llegado a su
cénit, el inmenso astro de cobre tiende su
tórrido manto sobre nuestras cabezas. Las sombras dejan de ser alargadas, los
campos quedan desnudos y silenciosos los secos senderos. La paz sólo es enturbiada
por el monótono canto de la cigarra y el leve murmullo de las plateadas aguas
del río. Para mí es un valioso tiempo ajeno al aburrimiento. Respiro nuevos
vientos y acometo lo imposible haciendo lo nunca hecho.
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