Sentir
el azote del cálido viento del sur navegando a bordo de mi kayak es fantástico.
Cuando en las tardes estivales acude raudo a mi encuentro noto cómo impacta en
mi frente, alborota el rizo de mis cabellos y resbala por mis mejillas. Luego discurre
por brazos y cuello para perderse en el infinito tras acariciar mi espalda. Mientras
paleo es el mejor amigo de mis
castigados músculos. En su impalpable esencia encuentro el maná del optimismo.
Su marcha me trae soledad. Siempre lo quisiera conmigo.
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