La alta montaña es un poderoso
ser vivo que tiene sus propias leyes y violarlas puede llevar a pagar el más
alto precio. Para el montañero, el audaz desafío de las cumbres es una fuente
de satisfacciones. Vencerlas es la quintaesencia de la autoestima. Un derroche
de tesón y mentalidad positiva acompañan
su logro. Al alcanzar un simple 3.000 siempre me pregunto cómo lo lograron los intrépidos
pioneros de siglos atrás con sus precarios medios. Pensarían que a fuerza de fracasos
se aprende.
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