Una gran parte de la vida la pasamos inmersos en nuestro propio mundo. El quehacer diario es una venda que ciega impidiendo la atenta contemplación de aquello que nos rodea. Sólo cuando nuestro tiempo se torna más humilde aligerando las losas del egoísmo y la ambición miramos a nuestro alrededor. Me gusta practicar el grato juego de observar con discreción a cuantos desconocidos se cruzan en mi camino. Mis neuronas se enardecen fabulando todo tipo de tramas y argumentos a su costa.
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