Los momentos más
emotivos que compartimos en sociedad requieren el concurso del aplauso. Es una noble
forma de reconocimiento dirigido a quienes han hablado u obrado bien y se han granjeado
nuestro elogio. Un digno epílogo cuyo origen se pierde en la noche de los
tiempos. Cuando niños todos denotamos alegría y aprobación con sonoros palmoteos.
Apenas se tercia, me gusta tomar la iniciativa y ser el primero en aplaudir a
quien lo merece. Enseguida me siento arropado por quienes me rodean.
De "Mis pequeños placeres" © 2012
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